Moralidad y educación
La educación moral inculca
los hábitos de pensar y actuar que ayudan a las personas a
convivir y trabajar juntas como familia, amigos,
vecinos, comunidades y naciones.
La educación moral es un proceso de
aprendizaje
que permite a los estudiantes y adultos en una comunidad escolar
comprender, practicar e interesarse por los valores
éticos fundamentales tales como el respeto, la
justicia, la
virtud cívica y la ciudadanía, y la responsabilidad por sí mismo y por el
prójimo.
Sobre tales valores
fundamentales, se forman las actitudes y
las acciones que
son propias de las comunidades seguras, saludables e informadas
que sirven como los cimientos de nuestra sociedad.
Durante su juventud, los
estudiantes pasan muchas horas de la vida en el salón de
clase. El
tiempo que se
encuentran en la escuela
constituye una oportunidad de explicar y reforzar los valores
fundamentales sobre las que se forma el sentido moral.
En la escuela, la educación moral
debe abordarse de manera integral de modo que se abarquen las
cualidades emocionales, intelectuales
y morales de una persona y un
grupo. Debe
ofrecer múltiples oportunidades a los estudiantes para
conocer, discutir y practicar conductas sociales positivas. El
liderazgo y la
participación de los estudiantes son imprescindibles para
que la educación moral se incorpore a las creencias y las
acciones de los estudiantes.
Los fundamentos de la educación
moral en la escuela
Reciprocidad y autonomía: La reciprocidad está vinculada con la
autonomía, no en el sentido de libertad de todo tipo de unión, sino con el
sentido de libertad para uniones sociales. Autonomía no significa independencia
o autosuficiencia, dado que el ser humano debe estar en relación con
todos, esto es precisamente lo que hace comprensible la categoría de
reciprocidad.
Justicia y benevolencia: La
reciprocidad vale esencialmente para las relaciones entre iguales, conduce a la
justicia. La justicia da a cada uno lo suyo (Mertens. 1988, p. 45). Permite al
individuo conducir su vida del modo que estime acertado. Puesto que la igualdad
de los hombres es una de las convicciones básicas del pensamiento moderno, la
norma de la justicia en nuestros días es el trato igualitario. Pero tratar a
los hombres igual no quiere decir tratarlos de modo idéntico, trato igualitario
significa tratar igual los rasgos iguales. El caso típico de injusticia sucede
cuando, de dos personas de características parecidas o similares méritos, una
recibe mejor trato que la otra.
La justicia rige las relaciones
entre iguales, la benevolencia regula las relaciones entre desiguales. En este
sentido, el principio de la benevolencia es de esencial importancia para la
definición de las situaciones pedagógicas, porque la relación entre educador y
educando es una relación desigual. Entre niño y adulto hay un desnivel de
madurez que es lo que define, precisamente, el acontecer pedagógico.
Los
sistemas sociales que pretendan ser educativos deben, por consiguiente,
relativizar las normas de reciprocidad mediante la norma de la beneficencia.
Esta reflexión cristaliza en el concepto de la responsabilidad pedagógica y
también, por otro lado, en el de «eros pedagógico.
La responsabilidad pedagógica
consiste en obrar en favor del débil y del educando y tomar partido por el
futuro del menor. El amor pedagógico es la dedicación altruista a un ser humano
que necesita el apoyo (le otros para poder llevar su vida adecuadamente. Igual
que la benevolencia, en general, la responsabilidad y el amor, en particular,
implican relaciones recíprocas.
Poder y reconocimiento mutuo: Esta
argumentación evidencia que las relaciones pedagógicas no pueden definirse como
relaciones de poder, la educación tiene como premisa la reciprocidad y su
interés radica en pasar de la unilateralidad a la reciprocidad, pues aunque
haya poder debe de haber apoyo mutuo entre educador y educando, las relaciones
de reciprocidad no pueden decirse que sean relaciones de poder, porque las
relaciones recíprocas son, por definición, igualitarias.
Disposición para asumir con
responsabilidad la práctica de la moral dentro y fuera de la escuela
- La practica educativa dentro de la escolaridad formal debe permitir al
joven el desarrollo, la diversificación, la coordinación, la
jerarquización, la toma de conciencia de sus motivaciones en
relación con la actividad escolar, con su vida social, con su futuro
trabajo, y el papel que allí tiene su propia determinación y la
orientación a partir de un sentido y una significación muy
personal, respecto a lo que es una vida buena, una vida deseable; debe
capacitarlo y posibilitarle la construcción de proyectos de
realización personal, empezando por un proyecto dentro de su vida
escolar y avanzando hacia un proyecto laboral y profesional y de forma
más amplia un proyecto de vida.
- La vida escolar requiere un trabajo permanente alrededor de un proyecto
ético, que haga conscientes a todos los participantes de la necesidad de
unos criterios, unas normas, unas actitudes que favorezcan la convivencia y
permitan el desarrollo de unos propósitos comunes y otros individuales ;
la vida democrática empieza por casa. La construcción de una
sociedad democrática abarca todos los ámbitos de la vida social y
nos implica en nuestra vida personal, persona y laboral. La búsqueda del
consenso alrededor de unos mínimos hace parte de la construcción
de la comunidad educativa. Esta construcción no parte de cero, retoma (y
este es uno de los aprendizajes), parte de unos valores que nos han aportado
distintas sociedades desde los griegos, hasta la ilustración pasando por
el aporte de algunas religiones y los desarrollos culturales de distintas
comunidades indígenas y otras culturas no occidentales, no
suficientemente reconocido; aporte que debe ser apropiado y reconstruido.
Valores como el respeto mutuo, la cooperación, la reciprocidad, la
equidad, la libertad, la solidaridad, la democracia, el sentido de la
responsabilidad y cuidado de uno mismo, de los otros, de la naturaleza, etc.
- La educación ética y moral en todas sus formas y en todos los
momentos debe tener como uno de sus fines la lucha contra la doble moral que
separa y coloca en oposición lo que se dice y lo que se hace ; doble
moral que tiene tanto peso en nuestra vida social y que genera de un lado
escepticismo y rechazo de parte de nuestros jóvenes hacia todo lo moral,
en su conjunto ; y de otro genera también un facilismo, dado que la
educación moral se resuelve mediante una predica que hace el adulto
(padre de familia o maestro), o se reduce a unos enunciados que se consignan en
un texto o se queda en un documento que contiene el “proyecto de
educación moral de la institución”. El logro de una
coherencia y consecuencia entre la teoría y la práctica es uno de
los retos más grandes de la educación en su conjunto.
- El reconocimiento de la integridad del ser humano, de un sentido profundo
de totalidad en todas sus experiencias y manifestaciones es una exigencia de la
educación moral; admitir que sólo con fines analíticos es
posible separar lo cognitivo, lo afectivo, lo intuitivo, lo racional, etc. Las
demandas, exigencias, expectativas de la vida social tienden a fragmentar al
individuo. La escuela debe buscar hacer un reconocimiento de la persona en la
singularidad y sentido de unicidad que tienen todas sus expresiones y todas sus
vivencias, debe luchar contra todas las prácticas que tienden a la
homogeneización. La construcción de la escuela como proyecto
multicultural requiere del reconocimiento de la diferencia, la pluralidad y la
singularidad, al tiempo que se trabaja sobre las desigualdades, en
búsqueda de la equidad, en términos de una educación que
favorezca la igualdad de oportunidades.
Reflexión:
Educar es una inversión más general, que tiene que ver
con una sabiduría teórica y práctica, con un enseñar a
vivir desde un punto de vista no sólo técnico, sino humano.
Enseñar a vivir es enseñar a ser responsable, a sentirse
corresponsable de lo público, de lo de todos. Nuestra
época es la de la individuación basada en la competencia
agresiva y en la reivindicación de derechos desprovistos
de deberes. Formar en ética, en corresponsabilidad,
es formar en atender al otro, es, por tanto, formar
a contracorriente, sin esperar nada más que la satisfacción
de actuar como se debía.
En primera instancia, como docentes debemos:
1. Guiar a los alumnos en el uso de las bases de información
y conocimiento así como proporcionar acceso a los
alumnos para usar sus propios recursos.
2. Potenciar que los alumnos se vuelvan activos en el
proceso de aprendizaje autodirigido, en el marco de acciones
de aprendizaje abierto.
3. Asesorar y gestionar el ambiente de aprendizaje en
el que los alumnos están utilizando los recursos. Ser
capaces de guiar a los alumnos en el desarrollo de experiencias colaborativas, monitorizar su progreso; proporcionar
feedback de apoyo a su trabajo y ofrecer oportunidades
reales para la difusión del mismo.
4. Propiciar el acceso fluido al trabajo del estudiante en
consistencia con la filosofía de las estrategias de aprendizaje
empleadas y con el nuevo alumno-usuario de la
formación.
http://www.mecd.gob.es/dctm/revista-de-educacion/articulosre297/re2970300485.pdf?documentId=0901e72b813664e5
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